Reciente el concepto de el Museo, no solamente ha sido cuestionado, sino también ha venido cambiando y pasa a ser de la institución ensimismada a una institución más dinámica y colaboradora con otras instituciones dedicadas a la educación y la divulgación de valores de cambio en la sociedad moderna.
Desde hace cien años se trata de definir al museo ya no como un templo sagrado al que se tiene que entrar casi haciendo una genuflexión y persignándose para acceder a todo ese conocimiento del que solo una elite ilustrada tiene acceso. Conforme el tiempo pasa el concepto de museo evoluciona, tanto en la medida que las ciencias se abren paso los museos tienden a especializarse; encontramos a principios del siglo XX museos especializados en: arte, culturas populares y arqueología, estos últimos vistos casi como almacenes de antigüedades, muchas de estas instituciones de carácter histórico se formaron con colecciones privadas y también por medio de excavaciones auspiciadas por universidades norteamericanas y europeas. Es aquí donde quiero señalar que las potencias económicas de principios de siglo (E. U. A., Francia, Alemania entre otros) obtienen por medio del expolio autorizado todos aquellos bienes culturales de gran valor histórico para los pueblos descendientes de las antiguas civilizaciones que crearon estos patrimonio cultural, y a así las potencias nutrieron los fondos de gran cantidad de museos que hoy el mundo admira (El Museo L´Ouvre, el Museo Vaticano, y un largo etcétera). Con el pretexto de conservar ese patrimonio que en esos países se perdería debido a los escasos recursos, la falta de personal adiestrado y la “ignorancia” generalizada del pueblo, Napoleón expolió a Egipto de una gran parte de su patrimonio cultural e histórico, Howard Carter envió una cantidad importante de bienes culturales a Inglaterra y, porqué no decirlo, mucho de nuestro patrimonio cultural cerámico arqueológico fue a parar a los fondos del Museo de Las Américas en España, esta tendencia todavía existe aún en varios museos como el recientemente inaugurado Qui Branly, el museo de las culturas en Francia.
Sin embargo estos países, son los primeros en cuestionar el concepto de museo, y comienzan a darle rumbos mas didácticos a las museografías, así como a extender la promoción cultural hasta el punto de crear la que hoy es una de las mas rentables industrias en el mundo: la del turismo cultural, gracias a esta industria aprendemos lo que ellos designan arte y lo que no, nos ubicamos dentro del panorama mundial de la cultura como pueblos tercermundistas con una cultura “atrasada” al compararnos con sus logros estéticos, obtenemos cánones estéticos que rigen nuestras expresiones. De esta manera la Mona Lisa entra hasta el mas humilde de nuestros hogares por medio del poster, la copia del cuadro, el documental de televisión, y hasta el papel tapiz para la computadora obtenido del puesto Web de un museo, o del promocional en Internet de la película “El Código Da Vinci”, triste ilusión al pensar que somos cultos o que por lo menos “nos estamos culturizando”, pero. . . ¿y nuestra cultura local?, ¿y nuestros museos?, con frecuencia suelo hacerme una pregunta ¿porqué la mayoría de nuestros museos son aburridos para el visitante?, ¿porqué la gente dice que con una vez basta ir al museo?, ¿qué es lo que necesitan nuestros museos?, ¿promoción, oferta, respaldo económico?, las respuestas a estas preguntas no se contestan a la ligera y creo, en especial, que para contestarlas debemos estudiar con mas ahínco el fenómeno de los museos en nuestro país, su historia y sus aciertos y desaciertos, medirlos en cuanto a los logros alcanzados, aunque esto supone ir mas allá de comparar los datos estadísticos de visitantes, puesto que no solamente por ser el mas visitado se es el mejor o mas grande museo, tampoco es el activismo cultural lo que nos llevará a alcanzar esa utopía tan perseguida de ser un museo ideal, ¿no será que nos hemos puesto crear museos sin haber reflexionado de qué modo podemos incidir en la sociedad por medio de éstos como entes ideológicos para orientar la cultura salvadoreña hacia valores mas humanos y prácticos?, ¿qué ofrecen nuestros museos?, ¿Conocimiento aislado?, ¿pura información sin que el espectador o visitante pueda conectarla con la realidad?, a estas preguntas hay que sumar otra: ¿los museos salvadoreños tienen contacto con su realidad y con la comunidad que le rodea?, ¿cuál es la incidencia que el museo tiene en su entorno inmediato y mediato?, ¿está dotado de instrumentos que le propicien esa buscada interactividad con el entorno?
Si se habla de que el museo no solamente debe conservar una colección determinada sino también el entorno de él mismo, es decir una zona o una localidad, entonces la labor del Museo Universitario de Antropología debe ser la de conservar el patrimonio del área urbana, pero . . . ¿cuál es esa área y ese patrimonio a conservar? Es solamente el patrimonio arquitectónico?, ¿qué pasa con el patrimonio humano, con sus anécdotas, elucubraciones, preocupaciones cotidianas, etc.?, ¿DE QUÉ MANERA UN MUSEO INSERTO EN UN SECTOR CON MUCHA AFLUENCIA HUMANA CON PROBLEMÁTICAS SOCIALES Y ECONÓMICAS PUEDE TANTO REFLEJAR COMO CONTRIBUIR AL DESARROLLO DE ESTA ZONA?, ¿Qué valores debemos de fomentar en la comunidad para hacer de esta zona una zona ejemplar o por lo menos mas tranquila y atractiva para el visitante extranjero? Las exposiciones no solo deben ahora de tener un grado de academicismo o desarrollo de contenidos científicos, sino también deben estar dirigidas en sus temáticas a la gente que habita el entorno del museo.
Es necesario definir el patrimonio tangible e intangible que el museo puede investigar, conservar y difundir, ¿hacia qué personas o entidades debemos avocarnos para que nos ayuden en esta compleja y titánica tarea? Sin duda una de las respuestas se encuentran en la gente misma de la zona, el vendedor ambulante, el vendedor de tortas, el vendedor de cd´s, los negocios diversos que componen el hábitat del museo, las anécdotas que cuentan los vigilantes de la universidad en sus largas horas de vigía diurna y nocturna, el transitar incesante del estudiante y del transeúnte. La gastronomía urbana, las leyendas urbanas, la cultura local de la zona, los bebederos mas próximos (El Pulpo, Marlen´s Beer, etc), las prostitutas y vagos de la zona, los mendigos y todo ese lumpen proletariado que también puede y debe tener la oportunidad de contar sus desgarradoras historias que no siempre son del agrado de todos por no tener el debido ingrediente esteticista o “de clase” por no ser letrados. Todas estas personas e identidades tienen algo que ver en el desarrollo de la cultura y si el museo no estudia los fenómenos de esta ecología urbana llega a ser solamente una isla llena de antigüedades dentro de un océano de entes vivos ignorantes e ignorados. Los sectores sociales generan cultura por sí mismos y ya es hora de que sean tomados en cuenta aunque sea por un museo, y ese debe se el Museo Universitario de Antropología.
Con el surgimiento de las nuevas ciencias sociales (antropología, sociología, historia, etc.) en El Salvador, los museos están recurriendo a nuevos campos de investigación social en donde pueden renovar sus discursos museográficos brindando nuevas temáticas de exposiciones mas llamativas para la población y ya no ofreciéndoles exposiciones científicamente estériles en donde sólo se encuentran las piezas y el conocimiento sin dar o abrir un senda con la realidad, de esa manera el museo se divorcia de la realidad y el público o colectivo de visitantes no se encuentra reflejado desligándose del museo sin extraer un conocimiento que contribuya a su realidad.
El nuevo museo buscará entender a la obra patrimonial o artística y cultural, ya no como un objeto aislado con categoría o rango hipostático en sí misma, sino como un producto que es parte de un colectivo dentro del cual se puede observar tanto el devenir histórico como la idiosincrasia de ese colectivo. Pero si los esquemas de un museo deben ser abiertos, ¿hasta donde llega el alcance de la apertura de estos esquemas sin tener que abusar del concepto de Museo? En la medida en que las investigaciones sean serias, el museo tendrá la capacidad de definir los puntos de real interés para las ciencias sociales, estéticas, históricas y demás, encontramos aquí que el museo ya no tiene solamente su interés en el tipo de colección, sino en los investigadores que la estudian y los estrategas que planifican la difusión de estas investigaciones, dotando de información de contexto a las colecciones, formando un criterio de selección que defina los objetos de las colecciones como objetos vivos y no como meros bienes culturales, producción material que refleje la actividad y laboriosidad del pueblo salvadoreño, así como su problemática diaria.
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